viernes, 23 de marzo de 2012

Ibn Hamdis, un poeta siciliano en la corte de Sevilla


El poeta Ibn Hamdis de Sicilia 





Por Elisa Simon 


Ibn Hamdis, nació en Noto, región de Siracusa, en la isla de Sicilia en el año 1056. Los árabes habían conquistado la isla y la parte sur de Italia en el 827. 


Ibn Hamdis gozó de una juventud plena, donde los combates, las pasiones y los deportes fueron los protagonistas. En el año 1071, su tierra fue conquistada por los normandos al mando de Roger. Unos años después, en 1078, Ibn Hamdis decidió buscar suerte como poeta en al-Andalus, había escuchado acerca de la generosidad del rey poeta de Sevilla, al-Mu´tamid. El siciliano era un poeta hábil, original, elegante y noble, tenía facilidad para la improvisación y empleaba mucho la metáfora. Ibn Hamdis se defendía igual de bien y con destreza usando el calam y el sable.   

Cuando se presentó en Sevilla, tuvo que esperar mucho tiempo hasta que el rey lo mandó llamar. Tanto aguardó, que estuvo a punto de abandonar Sevilla en busca de otro mecenas. Durante ese largo período de incertidumbre, desahogaba su añoranza por Sicilia de la única manera que sabía:  


  “Vivo recuerdo constante
Guardo de la hermosa isla
Que en mis venas ha infundido
El espíritu de vida.
Como los lobos rabiosos
En las florestas sombrías
Los infortunios destruyen
Los verjeles de Sicilia...”


Una noche, tocaron a la puerta de su casa, un paje le dijo, que debía presentarse ante el rey de inmediato. Al-Mu´tamid lo recibió en una sala privada y lo hizo sentar en una silla de madera labrada.   
-         
     Abre la ventana que está junto a ti – le ordenó el rey que le había dado la espalda. 
Ibn Hamdis obedeció. Se asomó y vio a lo lejos el horno de un vidriero. El fuego brillaba en las dos bocas del horno. Entonces al-Mu´tamid le dijo, que terminara el siguiente verso: 


-       “contémplalas brillando en la negrura…" - dijo el monarca

-    " Como un león que acecha en la espesura" – improvisó Ibn Hamdis

El fogonero cerraba y abría las dos bocas alternativamente. 

-         " Cierra una, y sólo la otra centellea" – prosiguió el rey

-         " Así, el enfermo de ojos parpadea." – completó Ibn Hamdis

Luego se cerró del todo una de las bocas y quedó abierta la otra.

-         " Más, por fin, el destino una la tapa…" añadió al-Mu´tamid

-         " ¿quién al acoso del destino escapa?"  -  concluyó Ibn Hamdis

El rey quedó sorprendido por su capacidad de improvisación. Estaba tan satisfecho que ordenó que se le entregaran unos regalos magníficos. (2)

-          Tienes talento, siciliano. – comentó el rey. Dime tu nombre completo, -
-          Majestad, me llamo  ´Abd al-djabbar Abu Muhammad b. Alí Bakr al-Azdí Ibn Hamdis. Nací en la villa de Noto, Siracusa.

Durante su vida junto a al-Mu´tamid, ibn Hamdis fue uno de los mejores poetas que sirvieron al rey. Se acostumbró a Sevilla, aunque en sus versos extrañaba Sicilia.

“Aquellas campiñas fértiles
A menudo se presentan
Ante mis ojos en sueño,
Y osa mi espíritu verlas.
Con lágrimas pienso siempre
En aquella hermosa tierra…”

Ibn Hamdis participó en las tertulias semanales, disfrutó de las fiestas, escribió hermosos versos de alabanza al rey, que son su legado. Las fuentes no lo mencionan mezclado en intrigas ni traiciones. Luchó junto al rey en varias batallas, en una de ellas fue herido. Se lanzó al campo de batalla en Zallaqa, de donde salieron victoriosos. Ibn Hamdis se convirtió en un buen amigo del rey al-Mu´tamid y su fidelidad llegó hasta el punto de acompañar en su exilio al rey al-Mu´tamid en 1091, cuando los almorávides tomaron el control de al-Andalus. 
Visitó al depuesto rey poeta en su celda de Aghmat. Cuando el rey murió, buscó nuevo mecenas en Bugía, donde prestó servicio a los hammudíes. No se sabe con exactitud si su vida se apagó en Bugía o en la isla de Mallorca. Sí se sabe que sus últimos años los pasó ciego y murió a los 77 años.  Mientras fue poeta del rey al-Mu´tamid, trazó versos como éstos, describiendo el palacio de al-Mubarak:


“¡Oh qué maravillosa morada
Sobre la que Allah ha decidido
Renovarla sin que se desgaste!
Está santificada hasta tal punto
Que Moisés, si pisase su suelo,
Se descalzaría.
No es sino la residencia
Del reino a la que acude
 todo aquel que espera.
Cuando sus puertas se abren
Parece que ellas dicen al que entra:
¡Bienvenido!
Los constructores han transportado
Las cualidades del príncipe a su construcción.
Así, de su pecho
Han tomado su amplitud,
De su luz, el brillo;
De su fama, la amplia distribución y
De su sabiduría, los cimientos.
Al tomar como modelo
Su alto rango real,
Su salón se ha elevado tanto
Que está a la altura de las constelaciones.
Este palacio hace olvidar al Iwan de Cosroes,
Y aún más, creo que podía haberle
Servido de modelo.
Y Salomón, temiendo las comparaciones,
No permitió a los genios hacer un edificio parecido.
El sol parece en él un pincel
Con el que unas manos pintan figuras diferentes.
Figuras que parece que se mueven en su inmovilidad,
Pues sus manos y pies están quietos.
Cuando nos quedamos ciegos
Por el ardor de estos colores,
Empleamos como colirio
Para nuestros ojos
El esplendor del príncipe.



Bibliografía

-   Henri Pérès “Esplendor de al-Andalus”, Hiperión.

-   A.    Friedrich von Schack “Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia”, Hiperión 
-   Pilar Lirola Delgado, “al-Mu´tamid y los abbadíes”, Fundación Ibn Tufayl 
-   María Jesús Rubiera Mata, “Literatura Hispanoárabe”, Mapfre 1992 
-   Reinhart Dozy “Historia de los musulmanes de España IV, Turner 

Para Saber más: 

-  http://www.salernoeditrice.it/Scheda_libro.asp?id=263&it=ok&categoria=13
- http://www.ilportaledelsud.org/poesia_araba.htm 





Los poetas del rey al-Mu´tamid


Los poetas de la corte del rey al-Mu´tamid de Sevilla 

Por Elisa Simon 

El rey al-Mu´tamid de Sevilla, heredó la taifa más poderosa y extensa de al-Andalus y gobernó entre los años 1069 y 1091. Al-Mu´tamid, desde muy joven dio muestras de su valía como poeta, la cual debía compaginar con las obligaciones y responsabilidades propias de un gobernante. El rey convertía en poesía cualquier situación, ya sea en el campo de batalla, durante la caza con halcón, en la intimidad con su querida esposa, el desgarro por la muerte de sus hijos y sobre todo los poemas de su tiempo de cautiverio en Aghmat.  



El arabista E. García Gómez escribió acerca de él: 

personifica la poesía en tres sentidos: compuso admirables versos; su vida fue pura poesía en acción; protegió a todos los poetas … “ (1) 

En otra ocasión el arabista E. García Gómez lo describió como 

la poesía misma al frente de un estado”. (2)

La corte sevillana estaba compuesta por poetas y sabios, los cuales ocupaban puestos de visires, secretarios y demás cargos de la administración. Muchos de ellos, habían llegado a Sevilla desde distintos puntos de al-Andalus e incluso de Sicilia y Qairuwan, en busca de un mecenas, a quien dedicar sus qasidas (versos). Sevilla se convirtió en el centro cultural, literario y artístico más renombrado de la Península. 

Un historiador y gramático siciliano Ibn al-Qatta, fue testigo de este esplendor y escribió sobre al-Mu´tamid:

 “su capital era lugar de encuentro para los grandes viajeros, una feria para los poetas, una alquibla hacia donde dirigir las esperanzas y un lugar frecuentado por los eruditos, de modo que ninguno de los reyes de su época llegó a reunir tantos poetas importantes ni literatos admirables como él.” (3)



El rey disfrutaba de la compañía de estos poetas, con los cuales le gustaba recitar en las tertulias semanales, así como en las memorables fiestas, donde se improvisaban versos elogiando el sonido del laúd, el baile sensual de las esclavas, el sabor del vino, la belleza de los coperos, la magia de la caída del sol, todo se convertía en hermosa poesía. 
Poetas de la talla de Ibn Zaydun, Ibn Ammar, Ibn al-Labbana, Ibn Wahdun, Ibn Hamdis y muchos más conformaban este grupo selecto. 
Los hombres de la corte de Sevilla, además de poetas, cultivaban otras artes, como la ciencia, la medicina, la astronomía, dominaban el uso del sable y solían ser magníficos jinetes. Sin embargo, no era fácil llegar a formar parte de esta corte. Todo aspirante debía empezar por tocar a la puerta del palacio y decir: 

soy poeta, para que fuese conducido al oficial encargado del alojamiento (sahib al-inzal)” (4). 



A partir de ahí se iniciaba un proceso más o menos largo, durante el cual, el aspirante debía aguardar hasta el día de audiencia, que solía ser los lunes. Llegado el momento, el candidato, probablemente hecho un manojo de nervios, debía pasar la prueba de aptitud, recitando bien versos propios o ajenos delante del rey y la corporación de los poetas. Si bien todos los miembros daban su opinión, la última palabra la tenía el rey. El poeta Abu-l-´Arab al-Siqilli, quien había llegado de Sicilia, al igual que Ibn Hamdis, a la corte de al-Mu´tamid, le entregó una qasida que había escrito:

 “ al-Mu´tamid paseó su mirada y su espíritu (escudriñador) sobre el poema mientras que yo esperaba sus críticas (con cierta aprensión), pues era en estas materias un imam, y a menudo por esta razón los poetas le evitaban, salvo aquellos que, conociendo la elevación de su alma, tenían entera confianza en él.” (5)


BIBLIOGRAFIA: 

(1)    Emilio García Gómez “Un Eclipse”, 286, al-Andalus X (1945). Pilar Lirola Delgado “Al-Mu´tamid y los abbadíes”, pág.137, Fundación Ibn Tufayl.
(2)    María Jesús Rubiera Mata “Literatura hispanoárabe” pág. 86, Mapfre 1992.
(3)    Pilar Lirola Delgado “Al-Mu´tamid y los abbadíes”, pág.138, Fundación Ibn Tufayl.
(4)   Henri Pérès “Esplendor de al-Andalus”, pág. 78, Hiperión.
(5)   Henri Pérès “Esplendor de al-Andalus”, pág. 85, Hiperión. 

sábado, 17 de marzo de 2012

Bienvenidos al blog de al-Andalus a Sefarad


Bienvenidos al blog de al-Andalus a Sefarad. 


por Elisa Simon 



Me gustaría presentarme y explicar los motivos de mi pasión por al-Andalus, en parte razón de ser de este blog, donde sólo cabe la cultura, la historia y el arte. El respeto y el conocimiento serán sus pilares, en un intento por acercar a quien esté interesado aspectos de la vida en al-Andalus, la convivencia entre religiones, el desarrollo de la ciencia, lo que inspiró a los poetas andalusíes, la belleza de sus palacios. Me gustaría contarles los personajes ilustres y carismáticos que habitaron estas tierras a lo largo de su historia. Antes de nada, les contaré, cómo empezó todo.

Me llamo Elisa Simon, soy argentina, he vivido en Alemania y las circunstancias me trajo a Sevilla.
Recuerdo aquella tarde, de hace 27 años, cuando bajé del tren en la estación de Plaza de Armas. Sevilla me impactó. Un aire, un suspiro, un ángel me atravesó.
Era invierno, pero no hacía frío, las farolas alumbraban tímidamente la ciudad.
Me fascinó su luz natural, el color del cielo. Me gustó su gente con sus luces y sus sombras: alegre, extrovertida, con arte, pícara, amante de su ciudad. 


  
Aquella misma tarde, salimos mi madre y yo a pasear sin rumbo… pero, ocurrió que yo sabía el camino. Fue una sensación extraña, como si ya hubiera estado allí. Las calles estaban animadas, los jóvenes reían, parejas melosas se paseaban ajenas a lo que ocurría a su alrededor, familias con niños y suegra miraban escaparates. Los bares y locales de ocio estaban repletos de gente, charlando y riendo.  
Aquel primer paseo nos llevó directamente hasta la Catedral. De repente, al final de la calle Alemanes, girando a la derecha me di de bruces con la Giralda almohade.
Gigante, imponente, casi prepotente me miró, llena de luz. Yo no pude articular palabra y una enorme emoción me paralizó.



La Giralda seguía mirándome con aires majestuosos, y en ese instante Sevilla me guiñó un ojo, me tomó de la mano y yo me dejé llevar.
Comenzó así mi relación particular con la Sevilla andalusí, Isbiliya.   
Me emocionaba saber que estaba pisando el mismo suelo que en su tiempo hicieron reyes, poetas, sabios, científicos, médicos, músicos, etc.

En uno de mis primeros paseos de la mano de Isbiliya, me relató la construcción de la primera mezquita aljama en el año 830 d.C. llamada “Ibn Adabbas” en honor al cadí que dirigió las obras.


Los andalusíes, “dimmíes” – la gente del Libro y musulmanes, compartían los hammamat, compartían los paseos a la orilla del río, festejaban algunas fiestas de forma conjunta, se hacían regalos, consultaban sus médicos. Era una sociedad con su propia identidad, herencia de civilizaciones mediterráneas. 

Una tarde, caminando por la plaza de San Juan de la Palma, Isbiliya me relató que, el Emirato consolidó al-Andalus y el Califato cordobés fue su época de máximo esplendor bajo la dinastía de los Omeya, siendo abd ar-Rahman III y al-Hakam II los califas andalusíes más importantes. La princesa Shub, princesa Wallada, el poeta ibn Zaydun, Hasday ibn Shaprut, fueron sólo algunos de sus personajes ilustres de la época. 
Después de la caída del Califato - prosiguió Isbiliya-  al-Andalus se rompió en pedazos. Isbiliya se emocionó recordando al rey-poeta al-Mu´tamid. “la gente aún lo lloran” – me dijo con orgullo.
Isbiliya sufrió un retroceso en poesía, bajo los almorávides, pero resurgió bajo el imperio Almohade. Fueron ellos los que emprendieron las grandes obras de mejoras, embellecimiento y nuevas construcciones de la ciudad, convirtiendo Sevilla en capital del nuevo imperio. En esta época, la convivencia con entre las religiones se hizo difícil, debido a las férreas reglas impuestas. Sin embargo, fue en esta época cuando nacieron en Córdoba los más grandes sabios uno judío, Moshé ben Maimón y otro musulmán ibn Rushd. 

El califa almohade, enamorado de Sevilla, Abu Ya´qub Yusuf fue el que emprendió grandes obras en la ciudad y decidió desplazar el centro neurálgico desde la mezquita de Ibn Adabbas y el zoco hacia el sur. Allí se construyó la nueva y gran mezquita aljama y la nueva alcaicería. Ahmad b. Baso, jefe de los alarifes, puso todo su empeño, destreza y conocimientos para culminar su obra magna. Emocionada Isbiliya me decía:

”El alminar de la nueva mezquita por su altura, el cimiento de su base, la solidez de su obra de ladrillo, lo extraordinario de su arte y lo admirable de su vista, que se eleva en el aire y se alza en el cielo, pareciendo al que lo mira a varias jornadas de Sevilla, que está entre las estrellas del Zodíaco.”


    Un día, Isbiliya me presentó a su río grande, compañero en la historia. El “wadi al-kebir”, Guadalquivir.
Estaba encantada y elogié su larga e intensa historia, mientras él corría presuntuoso hacia el océano. No se puede hablar del uno sin mencionar al otro. Recordé a los fenicios, tartesos, cartagineses, romanos, vándalos, visigodos, beréberes, vikingos ... ¡Todos habían pasado por aquí!

Isbiliya y yo recorrimos los muros de al-Mubarak. Otros palacios ocupan hoy su lugar, queda la esencia del “palacio de la Bendición”. No se distingue a simple vista, más bien hay que intuirlo, está ahí. 



Sevilla me contó que a lo largo de su historia tuvo dos barrios sefardíes; uno de época andalusí, ubicado en lo que hoy sería la zona de la Iglesia de San Pedro y otro barrio de la primera época cristiana, que abarca el actual barrio de Santa Cruz y san Bartolomé. De aquellas bellas sinagogas no queda más que el recuerdo. La ignorancia de ocupó de ello. En tiempos andalusíes investigaban, estudiaban, se inspiraban muchos  personajes sefardíes, que han pasado a la historia. Yehuda ha-Leví, Abraham ibn Ezra sólo por nombrar a dos de sus poetas. Samuel Leví, llevó las cuentas del reino de Castilla bajo Pedro I.  

A modo de carta de presentación espero haya despertado el interés de al menos una persona, lo cual me dará ánimos para seguir adelante con este proyecto.



Un abrazo, 

Elisa Simon