lunes, 31 de diciembre de 2012

DIARIO DE VIAJE DE IBN YUBAYR


DIARIO DE VIAJE DE IBN YUBAYR

Por Elisa Simon

Siguiendo con la trama del artículo sobre los viajeros andalusíes, les quiero ofrecer el viaje de un valenciano llamado Ibn Yubayr. Vivió durante el esplendor almohade de al-Andalus, siglo XII. Realizó tres viajes a Oriente. El primero para cumplir con el precepto de peregrinar a la Meca al menos una vez en la vida, el segundo viaje cuando Saladino reconquistó Jerusalén y el tercero a la muerte de su esposa. Estos viajes los realizó entre la segunda y la tercera cruzada, donde sus protagonistas fueron Luis VII de Francia y Leonor de Aquitania y la tercera encabezada por Ricardo I “corazón de león” y Saladino. En este artículo, se trata de su primer viaje. Para ello he bebido de una fuente: el magnífico libro “A través del Oriente - Rihla”. Esta gran obra se la debemos al profesor titulado de la Universidad de Salamanca Felipe Maíllo Salgado, donde es profesor titular del área de Estudios Arabes e Islámicos. Maíllo Salgado realizó el estudio, traducción, notas e índices de este libro, editado por Alianza Editorial en el año 2007.

Así que, ¡vamos a vivir una aventura de la mano de Ibn Yubayr!
 
Antes de nada vamos a conocerlo un poco.

Ibn Yubayr nació en Valencia en 540/1145. Su familia era originaria de los alrededores de la Meca, que llegaron a al-Andalus con el gran contingente de Baly hacia 740. Aquellos ancestros se asentaron en Medina Sidonia, si bien en el siglo XII, la familia vivía en Levante. Su padre era secretario de la cancillería bajo los almohades. De ahí que Ibn Yubayr pudiera recibir una buena educación, tanto religiosa como en bellas letras. Debemos situarnos dentro del contexto histórico, donde los almohades habían impuesto su dogma, que se entremezclaba con el malikismo de los alfaquíes andalusíes. Era una época en que al-Andalus parecía recuperar su brillo. Una nueva edad dorada se estaba fraguando, en poesía, filosofía, ciencias,  arquitectura. Ciudades como Sevilla estaba siendo embellecida con nuevas construcciones, como la magnífica mezquita aljama con torre alminar, hoy llamada Giralda. El palacio de al-Mubarak se estaba agrandando, nuevos patios y estancias. No quiero desviarme del tema. En fin, los almohades han realizado grandes obras arquitectónicas, mejoras en las infraestructuras y sobre todo en las defensas de la ciudad.
Mientras tanto, Ibn Yubayr trabajaba en la administración almohade en Xativa, bajo el gobierno del príncipe Abu Sa´id Utman, hijo del califa. Su carrera se presentaba fructífera y así fue hasta que un día ocurrió lo siguiente: El príncipe lo invitaba a tomar vino al mismo tiempo que le estaba dictando una carta. Ibn Yubayr se negó. Pero claro, no se podía contradecir al hijo del califa sin consecuencias. Éste obligó al pobre secretario a beber hasta siete copas de vino. Por cada una que tuvo que beber, Abu Sa´id lo recompensó con una copa llena de dinares de oro. Así, después de tragarse siete copas de vino, Ibn Yubayr se fue a su casa, imagino que medio mareado, pero con siete copas llenas de monedas. Después de aquel episodio, Ibn Yubayr tomó la decisión de realizar la peregrinación a la Meca, para que sus pecados fueran perdonados. Dicho viaje lo sufragaría con los dinares de las 7 copas.

Una mañana partió de Granada a sus 38 años, el 19 sawwal 578/ 15 de Febrero 1183, en compañía de su amigo Abu Ya´far Ahmad b. Hassan b. Ahmad b. al-Hasan al-Qada´i. Este primer viaje duró unos dos años, y tuvo en su época una resonancia considerable.

Según indica Felipe Maíllo Salgado en su libro “A través del Oriente” Ibn Yubayr siguió la siguiente ruta:

Su itinerario le llevó primero a Tarifa (Yazirat Tarif), donde embarcó hacia Ceuta (Sabta). De allí partió, en un barco genovés, hacia Alejandría (al-Iskandariyya).

Bordeando la costa sur del mar mediterráneo, pasó por Denia (Daniya) las islas de Ibiza (Yabisa), Mallorca (Mayurqa), Menorca (Manurqa). Siguiendo la ruta de la embarcación genovesa, avistó las islas de Cerdeña (Sardaniya), Sicilia (Siqilliya) – tierra de Normandos-  y Creta (Aqritis), esta travesía duró un mes.

Una vez en Egipto, siguió la ruta habitual de los peregrinos: de Alejandría a  El Cairo, en barco por el Nilo, hasta la ciudad de Qus, y a lomos de camello alcanzó el puerto de ´Aydab. Desde allí atravesó a bordo de una embarcación el Mar Rojo, para llegar a Yedda, el puerto de La Meca.

Más de 8 meses permaneció en La Meca y una vez cumplida la Peregrinación. Partió de la ciudad Santa en la primavera del 1184, en una inmensa caravana de peregrinos de Iraq, tras una visita de 5 días a Medina, siguió el camino por el desierto con la caravana hasta Kufa.
A continuación atravesaron los desiertos del Hiyaz y del Nejd  en dirección a Bagdad, la capital de los abbasíes.  
Desde allí fue a Mosul y atravesando la Yazira (mesopotamia septentrional) llegó a Siria. Visitó Alepo, bajó por Hama y Emesa (Homs) hasta llegar a Damasco. Allí residió dos meses y medio. Esta ciudad lo deslumbra “Paraíso del Oriente, lugar por donde aparece la belleza, elegante y esplendorosa.”
Siguió viaje a Tiro y desde allí a San Juan de Acre (´Akka) – ocupado por los cruzados. En ´Akka  esperó un navío, que lo llevara de vuelta a casa. En rayab 580/ Octubre 1184 un barco genovés puso rumbo a Sicilia, llevando a Ibn Yubayr de vuelta a al-Andalus.  Alcanzó Messina, dos meses más tarde, tras una travesía terrible, que terminó en naufragio y de la que pudo escapar sano y salvo. Tres meses y medio permaneció en Sicilia, hasta embarcarse de nuevo en Trapani y llegar a Cartagena en 1185. Llegó de regreso a Granada el 25 de Abril 1185, donde gozó de una gran autoridad moral. Se hizo maestro de hadiz y sufismo. Se mantuvo apartado de la vida pública, llevando una vida apacible y discreta.

Así fue de forma resumida su primer viaje a Oriente. Citaré a continuación algunos fragmentos extraídos del mencionado libro de Maíllo Salgado “A través del Oriente” 

Llegada a Alejandría:

“1183, Dios hizo alzarse ante nosotros el alegre anuncio de salvación, mediante la aparición del faro de Alejandría a unas veinte millas…en primer lugar destaca el hermoso sitio de la ciudad y la vasta extensión de sus construcciones, hasta tal punto que nosotros no hemos visto una ciudad de tan amplias vías, ni de más altos edificios…ni de mayores multitudes que ésta…. Entre sus maravillas, una de las más grandiosas que hayamos visto es el faro… como punto de correcta referencia para los viajeros. Sin él no encontrarían en el mar la buena dirección hacia la tierra de Alejandría…nosotros medimos uno de sus cuatro lados y encontramos en relación con ello cincuenta y pico brazas. Se dice que su altura es de más de 150 estaturas de hombre. En cuanto a su interior, como consecuencia de la amplitud de sus escaleras y vestíbulos y el número de sus estancias…en su cúspide hay un oratorio…nosotros subimos a él e hicimos la oración…”  

Después de su estancia en Alejandría, Ibn Yubayr prosigue su peregrinaje por el delta del Nilo.

“Toda la llanura, que está cultivada, es recubierta por la crecida del Nilo. En ella, a derecha e izquierda, hay pueblos en incontable número… al día siguiente efectuamos el paso del Nilo en una embarcación de pasaje… El terreno cultivado es continuo y los pueblos se suceden regularmente a lo largo de toda nuestra ruta…”

Llegaron a El Cairo (en árabe Al-Qahira, que significa La Victoriosa). Ciudad fundada hacia el siglo X por los fatimíes. Anteriormente la capital egipcia era Misr, fundada por los conquistadores árabes. Misr es el nombre que se aplicó en árabe a Egipto. Sigue relatando Ibn Yubayr, que

El Cairo, es la ciudad del sultán, inmensa y vasta”. Varios capítulos están dedicados a la descripción minuciosa de los santuarios, donde los creyentes veneran a sus mártires. Visitó un cementerio, cuyas sepulturas pertenecen a profetas, sabios, ascetas, santos y personas extraordinarias. No olvidemos, que este primer viaje de Ibn Yubayr tiene un marcado sentido religioso.

Nos describe luego la ciudadela:

“Vimos también los edificios de la ciudadela, que es una fortaleza de fuertes defensas, contigua a El Cairo, que el sultán ha escogido como lugar de residencia. Él ha prolongado la muralla a fin de reunir en un conjunto las dos ciudades: Misr y El Cairo…”  
“Y entre lo que vimos, también es un título de gloria para este sultán… el hospital (maristan) que está en la ciudad de El Cairo. Es uno de esos hermosos palacios, de una belleza y de una extensión considerables…ha nombrado (el sultán) a un director…al que le ha confiado los armarios de los remedios y al que ha encargado la preparación de las pociones...”

Sobre una isla del Nilo, Ibn Yubayr se sorprendió del Nilómetro. Cito: “…al lado de esta aljama se halla el Nilómetro (miqyas), por el que se estima, cada año, la magnitud de la crecida del Nilo  en el momento de la inundación… este Nilómetro es un pilar octogonal de mármol blanco emplazado en un lugar donde el agua está atrapada sin correr. Está dividido en 22 codos, distribuidos en 24 secciones…cuando la crecida alcanza los 19 codos sumergidos en el río, entonces, según la gente, es el más excelente de los años”…

Dedica Ibn Yubayr varios capítulos a elogiar al sultán, tantas veces mencionado. Se trataba nada más y nada menos que del gran héroe del mundo árabe Salah ad-Din, Saladino, que por aquel entonces ya se había convertido en el sultán de Egipto y Siria, respetado y admirado, tenía solo una espina clavada… Jerusalén había caído en manos de los cruzados.

Ibn Yubayr y su amigo, prosiguieron su camino de peregrinación, después de seguir en barco por el Nilo hasta la ciudad de Qus. Describe nuestro viajero su experiencia en el desierto hasta llegar al puerto de ´Aydab. En aquellos tiempos era el más importante, punto casi ineludible tanto para peregrinos como comerciantes. En dicho puerto embarcaron para  atravesar el Mar Rojo, donde una tempestad los sorprendió. Sanos y salvos arribaron unos días después a la ciudad de Yedda, el puerto de la Meca.

Ciudad de ´Aydab:

“es una ciudad en la costa del mar de Yudda, sin murallas, la mayor parte de sus casas son chamizos de cañas…es uno de los puertos más concurridos del mundo, porque los barcos de la India y del Yemen llegan a él, además de los barcos de los peregrinos que van y vienen. La ciudad está situada en un desierto sin vegetación y no se come en ella nada que no se importado…”

Nos informa Ibn Yubayr que sus habitantes en su mayoría viven de las necesidades de los peregrinos, tales como alojamiento, alquiler y la construcción de barcos o gerbas, que sirven a los peregrinos para cruzar el mar Faraónico (Mar Rojo). Cuenta acerca de la avaricia de su población, sobrecargando estas embarcaciones para sacar el máximo provecho económico posible. Atravesaron el Mar Rojo para desembarcar en la ciudad de Yedda, cerca de la Meca.   

Ciudad de Makka (La Meca):

“ …entramos en Makka en la primera hora del jueves 4 de agosto, por Bab al-´Umra…. Nos alojamos en una casa…cerca del Haram (recinto sagrado) y Bab as-Sudda, en un aposento provisto de numerosas comodidades de habitabilidad…”   

Ibn Yubayr, había cumplido su sueño. Estaba frente a la mezquita sagrada y de la casa antigua. Comienza nuestro viajero a hacer una descripción minuciosa y muy descriptiva de todas y cada uno de las esquinas del interior de la Ka´ba; sus puertas de plata dorada, mármoles veteados y jaspeados que recubren el interior, columnas de teca, telas de seda decorando el techo. Entusiasmado prosigue explicando el exterior de la venerada Casa. Atauriques, taracea e inscripciones cúficas completan la admiración de Ibn Yubayr hacia las personas que han realizado esta obra. Largos y minuciosos detalles siguen en las páginas y capítulos. Menciona que hay dos baños en La Meca y que uno de ellos lleva el nombre del visir de Mosul, Yamal ad-Din. Elogia y honra a este hombre, ya que gracias a sus infinitas donaciones y dedicación, se realizaron construcciones fundamentales para facilitar la vida a los peregrinos. Así mandó construir edificios, aljibes en los caminos, hizo llevar agua a ´Arafat, restauró las murallas y sus puertas…
Ibn Yubayr cuenta los ritos o estaciones rituales, ceremonias y fiestas que acompañan al precepto de la peregrinación. Nos habla de las tribus del Yemen que llegan a La Meca en masa, junto con cargamentos de trigo, alubias, carnes, frutas, manteca, miel, pasas, almendras. Estos yemeníes no venden sus mercancías sino que las cambian por telas, abrigos y mantos.
Después de más de ocho meses y muchos capítulos, Ibn Yubayr culminó su peregrinación, pero no su viaje por Oriente. Encaminó la ruta hacia el norte, hacia Irak.

Esta ruta desde La Meca y Medina hacia Bagdad la realizó Ibn Yubayr formando parte de una inmensa caravana, que avanzaba a ritmo de los camellos. Realizaron varias paradas en sitios claves donde había pozos de agua tanto para los hombres como para los camellos. Atravesaron wadi l- ´Arus, Tihama hasta Nayd.

“…no creo que haya en el mundo habitado un país de llanuras más vastas, ni de límites más espaciosos, ni de brisa más agradable, ni de aire más sano, ni de extensión más uniforme, ni de atmósfera más nítida, ni de suelo más puro, ni más reconfortante para las almas y los cuerpos, ni que el equilibrio sea más excelente en todo tiempo que en el país del Nayd….”    

 Después de hacer un alto en Kufa, la caravana llegó a la ciudad de Hilla:

“… es una gran ciudad, de antigua fundación, de forma alargada. No queda de sus murallas más que un recinto de paredes de tierra que la rodea. Está situada a la orilla del Éufrates… tiene numerosos mercados que reúnen productos propios de la ciudad…los vergeles de palmeras se suceden ininterrumpidamente tanto al interior como al exterior, y las casas están entre los palmerales…vimos en ella un inmenso puente construido sobre grandes barcas, que unen una orilla a la otra….”

Unas jornadas más tarde hicieron su entrada en la ciudad de Bagdad:

“…esta antigua ciudad continúa siendo la sede del califato abasí, pero la mayor parte de sus edificios ha desaparecido y no queda de ella sino el prestigio de su nombre. En comparación con lo que fue, antes de que las calamidades cayesen sobre ella y de que los ojos de la desgracia se volviesen hacia ella. Su apariencia es como los restos borrosos de un campamento, como las trazas borradas o la imagen de un fantasma inerte. No hay en ella hermosura que detenga las miradas y que invite a los espíritus inquietos a la despreocupación y a la contemplación, sino tan sólo su río Tigris, que corre entre su parte oriental y su parte occidental... la occidental está en su mayor parte invadida por las ruinas…la parte oriental es más moderna…comprende catorce barrios, cada barrio es una ciudad independiente…el más grande es el barrio de al-Qurayya, a orillas del Tigris,…hay dos puentes, uno de ellos cerca de la residencia del califa…“

Ibn Yubayr hace una descripción muy crítica de los habitantes, según él poco simpáticos, se nota sin embargo, una admiración por la ciudad a pesar de su estado ruinoso. Describe las mezquitas, madrasas, baños, zocos, de ambas partes de la ciudad. Se centra luego en las sesiones impartidas por alfaquíes sobre temas de religión, de las cuales extrae lo más significativo. Trece días después reemprenden la caravana, pero en esta ocasión acompañados de dos princesas, con sus enormes séquitos y tropas de seguridad. Atravesaron ciudades pequeñas, dejaron a atrás Mosul, que la describe de forma magnífica, dedica un capítulo al recibimiento en dicha ciudad de las princesas. La caravana sigue avanzando hacia el norte pasando por varias ciudades, como Ra´s al-´Ayn, Harran. Hasta que llegan a tierras sirias.

“cuando pasas el Éufrates alcanzas la frontera de Siria y viajas ahora bajo la obediencia de Saladino…”  

estatua de Saladino en Damasco (julio 2007)


La caravana tomó camino de Damasco, hacia el sur, pasaron por varias ciudades hasta llegar a Alepo. Lo primero que describe nuestro viajero andalusí es la citadel:

“posee una alcazaba célebre por las defensas, de extraordinaria altura, sin igual ni pareja entre las fortalezas…sus grandes cimientos son como una mesa circular de tierra: los flancos son de piedra tallada… antigua desde los remotos tiempos, nueva, aunque sin dejar de existir, ha rivalizado en duración con los días y los años y ha suscitado el ardor de los notables y del vulgo…”

Vista lateral de la Citadelle de Alepo (julio 2007)

Detalle de la entrada a la Citadelle (Julio 2007)


Relata Ibn Yubayr el mítico origen del nombre de la ciudad de Alepo, Halab en árabe, que significa leche. Así nos cuenta Ibn Yubayr:

“…una colina en la que se acogió Abraham…con unas pocas ovejas suyas que ordeñaba allí y cuya leche daba en limosna; por ese motivo se le dio el nombre de Halab…”

Prosigue hablando maravillas de los zocos, interminables ciudades dispuestos por oficios, indica que estos zocos o mercados están techados con planchas de madera. Su paseo por Alepo lo lleva hasta la mezquita omeya construida en el siglo X/XI.

“esta mezquita…un gran y espacioso pórtico rodea su vasto patio…hay dos pozos de agua corriente…el trabajo de talla ornamental en el almimbar… y el mihrab es enteramente una taracea de marfil y ébano…”

patio de la mezquita omeya de Alepo (julio 2007)


Unas jornadas más tarde, la caravana continúa su viaje hacia el sur, siguiendo las montañas del Líbano. Nos advierte que estas montañas son el límite entre las tierras musulmanas y la de los cruzados (Antioquia y Latakia), a lo largo de esta zona se extienden las fortalezas cruzadas como la de Hisn al-Akrad o el famoso crak de los caballeros. Finalmente llegan a la ciudad de Hamah:

“has de ver en su parte oriental un gran río que se extiende a través del flujo de sus ramales. En sus dos orillas, las ruedas hidráulicas se miran y en sus dos márgenes los huertos están ordenados armoniosamente….”

Norias de Hamah (julio 2007)



Siguiendo el camino hacia el sur, llegaron a Damasco:

“Paraíso del Oriente, lugar por donde aparece la belleza, elegante y esplendorosa…”

Después de alabar esta hermosa ciudad siria, comienza el capítulo donde describe la mezquita omeya:

“maestría de construcción, notable arte, esplendor de ornamentación y decoración… todos sus muros fueron cubiertos con fragmentos de color oro llamados mosaicos, en los que se mezclaban variedades de tinturas extraordinarias que imitaban árboles ramificándose en ramos… “

detalle del mosaico de la mezquita omeya de Damasco (agosto 2007)

Cofre (qubba) del tesoro, patio de la mezquita omeya de Damasco (agosto 2007)

atardecer en la mezquita de Damasco (agosto 2007)


Ibn Yubayr cuenta con bastante detalle la historia de su construcción, que durante un tiempo sirvió una mitad como Iglesia cristiana y la otra mitad como mezquita, hasta que el gobernador le compró a la Iglesia la parte cristiana. Nos da una descripción casi exacta de sus dimensiones, el numero de columnas y pilares sobre la que se apoya, el pórtico que circunda el patio, las hermosas cúpulas de plomo, sus tres macsuras, el muro de la quibla, el mihrab, los alminares que son tres, sus puertas, sus ventanas. Nos hace un relato muy visual de las actividades que se realizan en la mezquita.
Regresa al patio para describir las qubbas:

“en el patio hay tres qubba-s, una de ellas en el lado occidental es la más grande. Se alza sobre ocho columnas de mármol, elevándose tal que una torre adornada con mosaico y con decoración polícroma, como si fuese, en cuanto a su belleza un jardín… hay otra qubba pequeña en el medio del patio, cóncava y octogonal, de mármol…”

Ibn Yubayr nos enseña a través de sus palabras el monte Qasium y sus míticas cuevas, donde dice nacieron y fueron enterrados profetas. Nos revela los cementerios que rodean la ciudad, las puertas de Damasco con sus respectivos nombres, por donde discurren calles estrechas. Las viviendas de arcilla y caña, nos dice, suelen tener tres plantas.

“dentro de la ciudad hay una iglesia que goza de gran importancia entre los cristianos, se llama la iglesia de María…encierra una extraordinaria cantidad de imágenes que hacen turbar los pensamientos y cultivan las miradas…” 

Nos describe la convivencia entre cristianos y musulmanes, sus costumbres, sus formas de caminar por la calle, la amabilidad de su gente, los impuestos que deben pagar unos y otros. La estancia en Damasco tocó a su fin, cuando decidieron emprender el retorno a al-Andalus, que comenzó dirigiéndose hacia la ciudad de ´Akka (San Juan de Acre), que por aquel entonces estaba en manos de los cruzados.

“Es la capital de las ciudades de los francos en Siria, lugar de escala de naves…puerto de toda embarcación…lugar de reunión de barcos y de caravanas, punto de encuentro de mercaderes musulmanes y cristianos de todos los horizontes. Sus caminos y calles están atestados de gentío y resultan estrechos para poner los pies…los francos (cristianos) la arrancaron de las manos de los musulmanes…sus mezquitas se volvieron iglesias y sus alminares, campanarios…”

Pasó en aquella ciudad solo dos días, antes de seguir hacia la ciudad de Sur (Tiro), donde Ibn Yubayr se siente más cómodo, por la bondad de su gente, la limpieza de sus calles y la tranquilidad que se respira. Sin embargo, tuvieron que regresar a ´Akka para embarcar en un gran navío. Ocurrió que por falta de viento de levante, el barco tuvo que esperar. Ibn Yubayr y su amigo, se despistaron y cuando se dieron cuenta la nave había partido sin ellos. Decidieron alquilar una barca y salir al mar en busca de la gran embarcación, hasta que lograron alcanzarla y subir a bordo. Surcando las costas del mar mediterráneo, avanzaba la nave poco a poco. Avistaron la isla de Sicilia, cuando por la noche se levantó un viento cada vez más fuerte, tanto que empujaba la embarcación hacia la ciudad de Messina. Intentaron arriar las velas, pero el viento era muy fuerte. La tempestad hizo que la nave fuera a la deriva, raspó con su quilla el fondo y se rompió uno de sus timones. Gritos de los marineros, gritos de los pasajeros, rezaban los cristianos y los musulmanes:

“mientras, nosotros de pie mirábamos la tierra firme tan próxima y vacilábamos entre si lanzarnos a nadar hacia ella o esperar…”     

“… y vinieron unas barcas en nuestra ayuda, pues la alerta había sido dad en la ciudad. El rey de Sicilia, Guillermo, salió en persona con un grupo de sus hombres para contemplar aquel acontecimiento….”

Finalmente la pesadilla terminó cuando pisaron tierra firme. Realiza Ibn Yubayr una descripción del rey normando Guillermo, elogiando su grandeza, su tolerancia hacia los musulmanes, la belleza de las ciudades, como Palermo o Siracusa. Pasado un tiempo, los viajeros hicieron negociaciones para embarcar en un barco genovés, que los llevaría hasta la costa andalusí. Así lograron continuar el último tramo de su viaje. Desde las islas Baleares, pudieron distinguir las montañas de Denia, las cuales alcanzaron al día siguiente. Desembarcaron en Qartayanna (Cartagena) al anochecer, casi sin descanso marcharon en dirección a Granada, pasando por Murcia, Lorca, Guadix. Después de dos años, tres meses y medio de viaje y aventura Ibn Yubayr había regresado a casa. 

Cuatro años más tarde, cuando supo que Saladino había conquistado Jerusalén, emprendió entusiasmado un segundo viaje a Oriente, que duró desde 1189 – 1191, pero no hay noticias por escrito de aquel viaje. Regresó a Granada, donde continuaría con su vida discreta, pero no podía remediar el prestigio y fama que había ganado entre sus compatriotas.
Se trasladó luego a Málaga, Ceuta y Fez. Tras la muerte de su esposa, Atika Umm al-Mayd, emprendió un tercer viaje en el año 1217, cuando todavía no se sentía los efectos que habría de tener la derrota musulmana de las Navas de Tolosa (1212). Permaneció durante algún tiempo en la Meca, Jerusalén y Egipto, donde terminaría por radicarse en Alejandría. Allí pronto se hizo con un círculo de discípulos para estudiar el hadit.
Ibn Yubayr murió en Alejandría en noviembre de 1217 cuando tenía 72 años y había adquirido la celebridad y los méritos de un jeque.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Red de Juderías de España

red de Juderías de España

Me gustaría que visitaran este enlace relacionado con las juderías de España. Me parece muy interesante y ameno, para viajar aunque sea de forma virtual por las ciudades españolas que aún conservan herencia de las viejas juderías.

Espero les guste.

Un abrazo y hasta pronto

Felíz Año 2013 !!

lunes, 26 de noviembre de 2012

PERSONAJES ANDALUSÍES EN RUTA POR ORIENTE



PERSONAJES ANDALUSÍES EN RUTA POR ORIENTE

Por Elisa Simon


El presente artículo le sigue a uno publicado anteriormente llamado “los viajeros andalusíes”. Ambos forman parte de una charla, que ofrecí hace un tiempo en la Asociación Amigos del Legado Andalusí, asociación cultural a la cual tengo el orgullo de pertenecer. 

En esta ocasión, nos vamos de viaje, concretamente a Oriente. Así que relájense y disfruten de la travesía. 

A lo largo y ancho de la historia las personas se desplazaron por motivos diversos, como el comercio o las colonizaciones. 
Los viajeros andalusíes musulmanes, los motivaba a viajar la religión islámica, y los andalusíes en general, se sentían atraídos a viajar por la cultura de Oriente, los estudios, el comercio, el afán del conocimiento.   

Estos “trotamundos” medievales, solicitaban una serie de servicios, que eran suministrados a lo largo del Mediterráneo y Oriente. Funduq, caravansares o khan son edificios con un gran patio central en torno al cual se albergaba a los comerciantes o peregrinos tanto en ciudades como a lo largo de las rutas. Cuentan con una zona de almacenaje de mercancía, otra de establos y la parte superior habitaciones para el descanso de las personas. Según la zona geográfica este tipo de alojamiento se denomina de forma distinta, funduq en el Magreb, khan o caravansar en Oriente.  
Los establecimientos de comida, los vendedores de los zocos, todos los recibían con los brazos abiertos. Solían viajar a solas o en grupos grandes o pequeños,  formando lo que se conoce como caravanas, que las formaban aquellos que mediante un pago determinado, compartían ruta y una serie de servicios ofrecido por el dueño de la caravana. Era una forma de viajar bastante segura. La hospitalidad y la solidaridad son algunas de las costumbres preislámicas, por el origen nómada de los beduinos arábigos.      
Muchos de estos viajeros no poseían grandes fortunas, por lo que solían  organizarse y alojarse en morabitos y rábitas, donde vivían los monjes y estaban subvencionadas con fondos públicos o donaciones piadosas, que cubrían las necesidades mínimas de alimentación y vestido a viajeros y necesitados.

Desierto de Merzouga, Marruecos. Febrero 2007. 
Imagen tomada por mi desde el segundo camello desde la izquierda.

Hacia el siglo VIII, cuando el Islam se había extendido por gran parte de Oriente y seguía su expansión hacia el Mediterráneo, el califa o sucesor del Profeta, desde su sede enviaba a gente para que explorara las nuevas tierras conquistadas. El califa necesitaba obtener información  geográfica, geológica, antropológica, ect. Entre los datos obtenidos por estos exploradores se encontraban los itinerarios, las vías y los caminos terrestres y marítimos, con el fin de poder establecer rutas de comunicación. No sólo para los transeúntes o comerciantes, sino para el movimiento de las tropas, los mensajeros, los espías, las embajadas diplomáticas. Los libros con las descripciones de países y sus gentes se convirtieron en un artículo fundamental para el desarrollo de las rutas por Oriente.
En el caso de los jóvenes andalusíes y magrebíes un motivo de viaje fue los estudios. Aquellos que disponían de medios y ávidos de saber, atravesaban mares y montañas para asistir a las clases magistrales de los grandes maestros tanto en las ciencias profanas como en las ciencias religiosas. Se creó así una especie de plan de estudios que exigía un recorrido cultural por diversas ciudades, donde los estudiantes eran formados y obtenían la licencia necesaria para ejercer la profesión que habían elegido, tales como la medicina, jurisprudencia, poesía o cualquier tipo de arte o ciencia. Hasta el siglo X los andalusíes acudían a Oriente para formarse, si bien, bajo el esplendor de la dinastía Omeya en al-Andalus, las tornas cambiaron, ya que muchos de esos grandes maestros se establecieron en Córdoba bajo la protección del califa. De esta manera se fraguó una excelente generación de maestros andalusíes que hacían innecesario el viaje a Oriente para obtener la licenciatura.

Otro motivo para emprender un camino lleno de aventuras y peligros era la religión. Los musulmanes deben cumplir ciertos preceptos, entre los que se encuentra la peregrinación a La Meca, al menos una vez en la vida. La situación geográfica de al-Andalus, en el extremo occidental del mundo islámico medieval, imponía un largo desplazamiento a quienes deseaban cumplir con el precepto de la peregrinación a La Meca o bien iban en busca del saber y de la ciencia.
Los andalusíes,  que quería ir hacia Oriente debían pasar por Egipto. Durante toda la historia de al-Andalus se ha mantenido una buena, fluida relación a todos los niveles. Tanto como lugar de llegada de los peregrinos andalusíes, como los comerciantes, especialmente entre Almería y Alejandría. Los continuos flujos de migraciones sobre todo después de la toma de Toledo (1085), cuando gran cantidad de andalusíes toledanos encontraron refugio en aquel país, también emigraron artistas, artesanos, maestros, etc.
El perfil del viajero andalusí, es el de un hombre que ya había recibido una formación intelectual en al-Andalus, con un nivel económico medio y alto, con idea de continuar sus estudios en el Magreb, en ciudades culturales de primer nivel como Fez, Trípoli, Qayrawán, Túnez, Alejandría, El Cairo, etc. 
Otra escala en su formación era la visita a la Península Arábiga, concretamente las ciudades de Medina y La Meca, no solo para cumplir el precepto religioso, sino para contactar con los sabios y maestros que hasta allí se acercaban desde sus respectivos lugares de origen.
Finalmente, no era raro que el viajero andalusí, antes o después de cumplir con los ritos religiosos, prosiguiera su andar para continuar sus estudios en Siria, Yemen o Jurasán. 

Los andalusíes usaban las siguientes rutas para efectuar sus viajes:
Ceuta solía ser la primera escala, desde allí continuaban por vía terrestre o marítima  hacia ciudades como Fez, Trípoli, Qayrawán, Túnez, Alejandría y El Cairo antes de cruzar hacia la Península Arábiga.

-          la ruta marítima:

Algeciras-Ceuta, desde donde seguían paralelamente a la costa de África, hasta llegar a Alejandría. Más tarde, durante las Taifas y sobre todo bajo los almorávides, desde Denia o Almería, pasando por el estrecho de Messina hacia Alejandría. El faro de Alejandría fue una de las razones de la fama de esta ciudad, en época de los Mamelucos.
  
     -  la ruta terrestre:

A través de los territorios del Magreb hasta Alejandría, pasando por Gabés, Tremcén, Tiaret, Túnez, Qayrawan, Trípoli, siguiendo el itinerario paralelo a las costas del Mediterráneo y algunas veces, los oasis del desierto occidental egipcio hasta la ciudad de Qus, en el Alto Egipto.

Con idea de transmitir las experiencias vividas, se creó en al-Andalus y el Magreb, un tipo de literatura muy demandada, llamada en árabe Rihla, que significa viaje. Si bien en sus inicios el desarrollo fue lento, alcanzó un gran auge en el siglo XII. Época en que el occidente musulmán se unificaba bajo los almorávides y más tarde los Almohades. Por otro lado, el avance cristiano a partir del siglo XI produjo una gran inseguridad en la población y provocó numerosas migraciones de sabios andalusíes, que decidieron abandonar sus ciudades. Toledo, Zaragoza, Valencia, Córdoba o Sevilla quedaron huérfanos de sabios y maestros. Muchos de ellos encontraron mecenazgo y se instalaron en países norteafricanos, como Marruecos y Túnez, pero también en ciudades como Alejandría o El Cairo y un poquito más allá, Damasco, Aleppo, Bagdad, etc.
Podemos decir que la Rihla o los relatos de viaje, es una aportación andalusí y magrebí. Estos libros son auténticos documentos históricos, llenos de información de primera mano, con un toque personal del viajero en cuestión. Hubo muchos viajeros andalusíes y magrebíes, pero los más destacados fueron: IBN AL-QALLAS (s. IX-X) ´ABD ALLAH B. AL. ´ARABI (s. XI-XII) IBN YUBAYR (s. XII-XIII) IBN RUSAYD (1º mitad s.XIII) IBN SA´ID AL-ANDALUSI O AL MAGRIBI (s. XIII) IBN BATTUTA (s. XIV) IBN AL-JATIB (s. XIV)

El siguiente artículo Ibn Yubayr nos llevará por lugares hermosos, seremos casi testigos de acontecimientos históricos, veremos a través de sus ojos ciudades hermosas como Damasco o Bagdad.

BIBLIOGRAFIA:
CSIC: ABU HAMID. ANA RAMOS, UNIVERSIDAD MADRID.
Ibn Yubayr: A través del Oriente. El siglo XII ante los ojos. Rihla (ed. Felipe Maíllo Salgado). Barcelona: Eds. del Serbal, 1988, pp. 25 
NOTA:
Sobre Ibn Battuta hay una magnífica serie documental. De Tim Mackintosh.
INTERNET http://www.saudiaramcoworld.com/issue/196107/ibn.battuta.traveler.from.tangier.htm
http://www.saudiaramcoworld.com/issue/200504/the.traveler.ibn.battuta.htm
http://www.mackintosh-smith.com/
  
 
  

sábado, 10 de noviembre de 2012

IBN ZAYDUN Y LA PRINCESA WALLADA


IBN ZAYDUN Y LA PRINCESA WALLADA

Esta es la historia de amor de dos poetas cordobeses: la bella princesa Omeya Wallada y el apuesto poeta Ibn Zaydun.





La pasión de estos poetas tuvo lugar en Córdoba, capital de al-Andalus, durante una época convulsa. Después de la caída del Califato (1031), se produjo un largo período de guerra civil en al-Andalus, llamada fitna. El vacío de poder central en Córdoba, provocó que en distintas ciudades, pueblos y fortalezas se alzaran al poder dirigentes locales. La lucha encarnizada por alcanzar el trono del ya desaparecido califato, enfrentó a dos fracciones principales: los seguidores de la dinastía Omeya, que engrosaban el estrato social de andalusíes de origen árabe y por la fracción de los seguidores de los beréberes, introducidos en al-Andalus bajo el gobierno de al-Mansur (siglo X). Es una parte de la historia de al-Andalus compleja y desoladora, por lo que no voy a seguir ahondando, para no perder el hilo de lo que quiero contarles.

En medio de las intrigas, traiciones y asesinatos por encargo, dos jóvenes dieron rienda suelta a los sentimientos más puros e intensos.   

La princesa Wallada, era hija del califa omeya al-Mustakfi y Amina, una esclava cristiana. Tuvo una infancia feliz y una educación acorde a su rango social.
Su adolescencia trascurrió paralela a la agonía del Califato. La hermosa Wallada dio muestras de su carácter fuerte, cuando decidió no llevar velo, gozó de una libertad inusual para una mujer de su época. Participaba en las tertulias poéticas con los intelectuales, dando amplias muestras de su valía como poetisa. Wallada contaba con admiradores y detractores, mientras que el pueblo llano, improvisaban canciones y coplas sobre la princesa. Alcanzó una alta posición y heredó de su padre riquezas suficientes para ser una mujer independiente. Para entonces, se había convertido ya en una prolífera poetisa, que competía con poetas y literatos.




Fue entonces, cuando decidió abrir un salón literario. En aquella hermosa casa, con varias estancias abiertas al patio central, enseñaba a leer, escribir, recitar a las hijas de las familias ricas e iniciaba a las esclavas en el arte de la poesía y el canto. Con el tiempo, el salón literario, se convirtió en un lugar obligado de reunión para los intelectuales. Estos discutían acerca de los vaivenes de al-Andalus, la destrucción de Medina Zahra o comentaban acerca del califa de turno. Todo ello en un entorno con aroma a sándalo, disfrutando de ricos manjares y sabrosos zumos naturales. Las sirvientas de Wallada se ocupaban de todo lo relacionado con el buen funcionamiento de su salón literario, siempre bajo la atenta mirada de la princesa. Ella hacía especial hincapié en el desarrollo de la poesía, más que en temática política. De esta manera, Wallada organizaba sesiones poéticas, donde se improvisaban versos y estrofas llenas de color, ritmo y descripciones, en un ambiente distendido envuelto en almohadones de seda, copas de vino, el suave sonido del laúd y la sutil fragancia a almizcle.




Un cronista afirmaba: “Aquel salón era lugar de reunión de los nobles del país y su patio era como un campo de carreras para los caballos de la poesía y la prosa….. mezclado eso con… la pureza de sus vestidos. Por ser, sin embargo, despreocupada y demostrar sus pasiones, la crítica se abrió camino para hablar contra ella.”

La bella Wallada, de cuerpo esbelto, de tez blanca, ojos azules, rubia-pelirroja  vestía a la moda de Bagdad. Llevaba bordados en los hombros de sus vestidos. En el lado izquierdo decía: “Por Allah, que merezco cualquier grandeza y sigo orgullosa mi camino.” Y en el lado derecho decía: “doy gustosa mi mejilla a mi enamorado y doy mis besos a quien los quiera.”

Ibn Zaydun, joven noble de excelente posición, con gran influencia política y sin duda el intelectual más elegante y atractivo del momento acudía al salón de Wallada.



Una noche de tertulia, sus miradas se cruzaron, sus corazones comenzaron a latir como si de una danza se tratase. Ibn Zaydun encendido de amor, visitaba el salón de Wallada todos los días, sólo para contemplar la belleza de aquella extraordinaria mujer. Ella también había quedado fascinada por la penetrante mirada del poeta y el sonido grave de su voz. Se enamoraron. Comenzó así una apasionada historia de amor, que debían mantener en secreto. De ahí que decidieron expresar sus sentimientos a través de la poesía:

 Wallada escribía estos versos dedicados a Ibn Zaydun:

“Espera mi visita cuando apunta la oscuridad
Pues opino que la noche es más encubridora de los secretos
Tengo algo contigo que si coincidiera con el sol
Éste no brillaría
Y si con la luna, ésta no saldría
Y si con las estrellas, éstas no caminarían.”


Ibn Zaydun por su parte le contestaba:

“Tu amor me ha hecho celebre
entre la gente
por ti se preocupa mi corazón y
pensamiento,
cuando tú te ausentas
nadie puede consolarme y
cuando llegas todo el mundo está presente.”

Y también le decía:

“Si he perdido el placer de verte,
me contentaré oyendo hablar de ti.
Si el guardían se descuida,
Me contentaré con un breve saludo.
Temo que los censores sospechen, pero
¿Hay plazo en el amor?”


 Ibn Zaydun la describe así:

Aquella muchacha de ojos bellos,
De fragancia deliciosa,
De aliento perfumado, de aroma penetrante,
Me tendió su fina mano, y comprendí
Que era hermosa mujer de mirada seductora.
Por su talle corre fresca sabia juvenil;
Ungida está de almizcle por su muy clara virtud.
Cuando me ofrece jazmines en la palma de su mano
Recojo estrellas brillantes de la mano de la luna.
“Tiene carácter dulce,
talle perfecto
y una gracia como el aroma
o la euforia del vino.
Me ofrece solaz su charla
Tan deleitosa
Como la unión amorosa
Lograda tras la ausencia.”



Cuando Ibn Zaydun debía ausentarse de Córdoba por actividades políticas, Wallada lo extrañaba y sintiendo su ausencia escribía:


“¿Acaso hay para nosotros,
después de esta separación, una salida;
puede quejarse cada uno de nosotros
de lo que ha sufrido?
Pernoctaba yo en los tiempos
De nuestras visitas mutuas durante el invierno
Sobre las brazas crepitantes por la pasión.
¿Cómo, pues, estando en la situación de este abandono,
ha apresurado el destino lo que yo temía?
Giran las noches y no veo el fin
De nuestro distanciamiento,
Ni la paciencia me libra
De la esclavitud de mi anhelo.
Riegue dios la tierra donde estés
Con toda clase de lluvias copiosas.”


Ibn Zaydun, por su parte, le escribía:

“Cuando tú te uniste a mí
como se une el amor al corazón,
y te fundiste conmigo
como el alma se funde con el cuerpo,
enfureció a los detractores
el lugar que yo ocupaba en ti:
en el corazón de todo rival
arde la llama de la envidia.”



Lamentablemente, la intuición de Ibn Zaydun contenida en estos dos últimos versos, no tardó en convertirse en realidad. Su relación amorosa con Ibn Zaydun fue víctima de intrigas surgidas en medio de la violencia política que imperaba en al-Andalus. 
Ibn Zaydun ocupaba una posición política privilegiada, y contaba entre sus enemigos con Ibn Abdús. Era éste un  poderoso visir del débil califa de turno. Ibn Abdús, envidiaba a Ibn Zaydun sobre todo por su relación con Wallada. Tramó entonces una trampa para el noble poeta. Sobornó a una esclava de la princesa, para que sedujera a Ibn Zaydun. Éste, sin sospechar, pecó de ingenuo. La esclava de Wallada puso en marcha todas sus armas de seducción hasta que Ibn Zaydun se dejó envolver. Cuando “su presa” había caído en el engaño, apareció el visir e hizo público la supuesta traición. 

Wallada montó en cólera. Su orgullo estaba dolido, su prestigio dañado, su vida pública se vio salpicada por este escándalo. La hermosa princesa había sido traicionada por su gran amor. Ella no pudo o no supo perdonarlo. El pobre Ibn Zaydun desesperado, se deshizo en explicaciones y disculpas. En la corte se supo que había sido el visir Abdús quien había orquestado la conspiración. Ibn Zaydun era consciente de que su carrera política también podría correr peligro.  Pero de momento, sólo sabía llorar de amor, hizo todo lo posible por obtener el perdón de la hermosa princesa, pero ella no dio su brazo a torcer. Su orgullo y su fuerte carácter hicieron que el amor apasionado se tornara en apasionado odio hacia él. Éste por su parte, quedó desolado, muerto de amor, deambulaba por la calles de Córdoba completamente abatido. Ni se acercaba al salón literario, pero llegaron a sus oídos los versos que la herida Wallada le dedicó:

“Si hubieses hecho justicia
al amor que hay entre nosotros
no hubieses amado ni preferido a mi esclava
ni hubieses abandonado la belleza de la rama
cargada de frutos
ni te hubieses inclinado hacia la rama estéril
siendo así que tu sabes que yo soy
la luna llena en el cielo,
sin embargo, te has enamorado,
por mi desgracia, de Júpiter”



Ibn Zaydun arrepentido, roto de dolor, hizo lo imposible para obtener su perdón:


“Desde que estas lejos de mí,
el deseo de verte consume mi corazón
y me hace lanzar torrentes de lágrimas
mis días son ahora negros y
antes, gracias a ti, mis noches eran blancas.”


Pura Piedra

Cuando te enteraste de lo mucho que te quiero
Y supiste el lugar que ocupas en mi corazón,
Y cómo me dejaba arrastrar por el amor, sumiso,
Yo, que a nadie más que a ti consentí que me arrastrara,
Te alegraste de que el sufrimiento cubriera mi cuerpo
Y de que el insomnio pintara de negro mis párpados.
Pasa tus miradas por las líneas de mis cartas
Y verás mis lágrimas mezcladas con la tinta.
Cariño mío: mi corazón se deshace
De quejarse tanto a un corazón de pura piedra.”


El envidioso visir Ibn Abdús no se contentó con separar a Ibn Zaydun de Wallada, sino que además, provocó su caída política en Córdoba. El apuesto poeta fue encarcelado, pero logró escapar de su celda y se refugió en Sevilla, donde gobernaba el temible al-Mu´tadid. Ibn Zaydun se convirtió en uno de los visires más cercanos y de confianza del rey de Sevilla. 

La princesa Wallada, dolida, quizá por venganza se  acercó al visir Abdús, quien siempre la había deseado. Ella lo sabía, pero nunca le había dado esperanzas.  Ibn Zaydun, desde Sevilla, al enterarse de esta relación, escribió una sátira sobre Ibn Abdús.

¡Oh que noble es Wallada!
Un buen tesoro para quien busca ahorrar
Pensando en las necesidades del futuro.
¡Ojalá distinguiese entre un albéitar y un perfumista!
Me han dicho que Abu Abdús la visita y
Me han contestado: a veces la mariposa busca el fuego.”


La respuesta a este poema no se hizo esperar. Wallada, le escribió estos versos:

Poema de los siete insultos

“Tienes por apodo el hexágono
y es un calificativo que no abandonarás mientras vivas.
Pues eres, sodomita, degenerado, adúltero, cabrón, cornudo y ladrón.”


Ibn Zaydun, a pesar de sus virtudes,
Maldice de mí injustamente y no tengo culpa alguna;
Me mira de reojo, cuando me acerco a él,
Como si fuese a castrar a su ´Alí.”


Ibn Zaydun continuó con su excelente labor de visir, bajo el rey al-Mu´tamid, también poeta. Desde Sevilla su corazón seguía latiendo por ella y su alma vibraba con su recuerdo. El eterno poeta enamorado murió en Sevilla en 1070, habiendo alcanzado la máxima reputación, poder y riqueza personal. 

Wallada, por su parte, vivió bajo la protección de Ibn Abdús. Con el tiempo, la bella princesa perdió su fortuna, recorrió al-Andalus exhibiendo su talento poético, en idas y venidas, que siempre la llevaban a Ibn Abdús, en cuyo palacio acabó viviendo, aunque sin casarse con él. Así envejecieron hasta cumplir más de 80 años. Cuentan algunos cronistas que Wallada murió en el 1091, cuando los almorávides llegaron a al-Andalus.

Así termina esta historia de amor en tiempos difíciles. Espero que les haya gustado. 

Por Elisa Simon 
   

LIBROS

 - El libro de Magdalena Lasala "La Omeya" http://www.libreria-mundoarabe.com/wallada-la-omeya-p-5255.html

Wallada, la última luna" de Matilde Cabello, editorial Almuzara  http://www.lukor.com/literatura/05062005.htm

MUSICA 

Eduardo Paniagua http://www.systemrecords.co.uk/paniagua-eduardo-wallada-zaydun-p-985053.html

BIBLIOGRAFIA

Cronistas que escribieron sobre Wallada:

Ibn Baskuwal, Ibn Sa´id e Ibn Bassam


-          TERESA GARULO, Diwan de las poetisas de al-Andalus, Ediciones Hiparión, Madrid 1985

-          LOPEZ DE LA PLAZA, Al-Andalus: Mujeres, Sociedad y Religión. Malaga, 1992

-          SOBH, Poetisas Arabigo-andaluzas, Granada 1994


INTERNET: http://www.andalucia.cc/viva/mujer/aavcordo.html - Matilde Cabello - Escritora.